viernes, 27 de abril de 2012

El pozo del deseo


(Pozo de la casa de mis abuelos)

Sacar el cuerpo del pozo le costaría poco esfuerzo. En silencio oprimido, el viejo Tiburcio tejió una red con atillos de esparto, como la que hacía para resguardar en el redil a las indefensas ovejas del ataque de los lobos despiadados. En presencia del señor Juez, de la Guardia Civil y de su joven mujer —que con lágrimas deshilachadas y manos trémulas estrujaba el mandil en un rincón del patio—, colocó el áspero aparejo alrededor del cadáver del señorito Andrés, que flotaba en el agua. Enhebrada la cuerda a la polea, lo extrajo.
Arrojarlo le había costado mucho más.

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Con este relato he participado en el Concurso de microrrelatos "En 99 palabras", organizado por Miguel Ángel Molina, del blog En 99 palabras.
El relato ha sido premiado con el 5º premio, compartido con Oleaje, relato de Agustín Martínez Valderrama, del blog Previsiones meteorológicas de un cangrejo.
Si queréis leer los 150 relatos, así como conocer los autores ganadores, pinchad aquí.

sábado, 14 de abril de 2012

Derechos de autor












Cuando desperté me sorprendió encontrarme al final de una larga fila de personas con el rostro amarillento, como barnizado, que hacían cola delante de una mesa entre nubes. La mayoría vestía sábanas blancas a modo de túnicas, otros llevaban puestos trajes y vestidos de boda, casi todos descosidos por la espalda. Me miré y reconocí mi alcanforado traje de novio. Estaba claro, no había hecho caso al médico: abusé de los chuletones de Ávila y las cervecitas Mahou.
—¿Javier?, bienvenido, escritorcillo —me dijo con sorna un ser con cara angelical cuando me tocó el turno—. ¡Anda que ya te vale!, pasa y sitúate en la zona de los ateos, ¡cabezón! —me ordenó.
Entré en un lugar inmaculadamente blanco, una pradera de nubes en flor, como si todos los cerezos, almendros y jaras hubieran desprendido allí sus pétalos. Otro ángel me entregó unas láminas de arcilla y un cincel, luego me dijo que escribiera un millón de veces la frase «¡Anda, estaba equivocado, Dios sí que existe!», e insistió en que no adjetivara.
Tomé las herramientas de escriba y me aparté al lado derecho de la pradera, cerca del lugar donde pastaban unos camellos. Mira que le había dado vueltas durante años hasta que llegué a la conclusión de que todo esto era una patraña de los curas, que se lo habían inventado para amedrentarnos, para que soportáramos todas las injusticias, para tenernos sumisos ante los poderosos con la promesa de conseguir una parcelita aquí junto a Dios.
Desconozco el tiempo transcurrido hasta que finalicé la tarea. La pila de barro me recordó la montaña de libros que había formado en las librerías mi best seller La maldición de la nariz de La Esfinge de Gizeh. Entregué el manuscrito arcilloso al ángel y aproveché para preguntarle por qué hacían tantos aspavientos los señores con levitas y las señoras con orondos sombreros que se divisaban en la lejanía.
—Ahí les tienes, están troceando camellos —me respondió, y luego señaló un par de narices huérfanas que había entre los pétalos—, quieren hacerlos pasar por el ojo de la aguja.
—O sea, que además de existir Dios, se hizo hombre de palabra —afirmé asombrado.
—Tan cierto como que te debiste conformar con escribir libros de relatos de los Montes de Toledo, pero no, quisiste ser rico y famoso... ¡Anda, ve con ellos: escritor de narices amputadas!

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Narración: Susana Santamarina


Relato con el que he participado en la Convocatoria de Relatos "Con un par de narices", organizado por La Esfera Cultural. Formará parte de la edición de un libro, junto con otros 45 relatos más. Si queréis leer el relato ganador, los finalistas y el resto, pinchad aquí.

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La maldición de la nariz de La Esfinge de Gizeh, best seller que no encontrarás en librerías.

jueves, 5 de abril de 2012

Un cuento chino


Este cuento que tienes entre las manos está escrito en chino. Por lo tanto, salvo que solo estés contemplado los signos, o bien eres chino o sabes mandarín.
Paseaba el maestro Hu Lga por los jardines de su templo y escuela, situados en el antiguo país de Lu, meditaba sobre la influencia de las mareas en la vida de los seres. El inseparable discípulo que todo sabio oriental arrastra a manera de estigma le seguía unos pasos detrás cuando le interrumpió:
—¡Oh!, maestro, me agrada mucho escuchar tus juiciosos consejos y enseñanzas. He comprobado que cada trocito de conocimiento que me inculcas me produce desazón, pues me surgen nuevas preguntas y creo que jamás llegaré a ser tan erudito como tú. No obstante, me preguntaba el motivo por el cuál siempre terminas dándome un 刺 激 (1).
Como de costumbre en la filosofía china, la respuesta del maestro se hizo esperar y fue explicada mediante una metáfora. He aquí lo que respondió el barbudo sabio:
«Hace muchos años, toda la Tierra estaba ahogada en el insaciable Mar. Sin embargo, las rocas del lecho marino se agruparon y unidas lograron emerger por diversos lugares. Mas el poderoso acuático era voraz y siempre se mantuvo en movimiento batiendo costas, erosionando, quería acaudalar toda la superficie, ahogarla, convertirla en arena y tragársela. Entonces, para evitar su voracidad, los minerales edificaron murallas y consiguieron sujetar las inundaciones. El Mar, rencoroso de haber perdido lo que creía suyo, fingió calma. Las rocas descuidaron el malecón, y cuando confiadas gozaban de las bondades del agua paseando por sus playas, recibiendo presentes de caracolas, el Mar se embraveció, volvió a inundar y destruir todo el bienestar que habían conseguido».
Finalizada la narración, el sabio dio otro coscorrón en la cabeza del discípulo, que se rascó y dijo:
—Gran lección me has dado, maestro, solo si el cuarzo, el feldespato y la mica no se dispersan, se vuelven a unir en el granito y reparan la muralla por los huecos ablandados, se podrá hacer retroceder a la bestia. Pero... ¿Y el asunto del 刺 激 ?
El sabio le contestó que con el transcurrir del tiempo, si los hombres se acomodan, las enseñanzas se olvidan, pero los golpes no, y estos dolores recibidos al aprender son los que hacen recordar y actuar.
Querido lector, te he engañado, este cuento no es un cuento chino, aunque si lo has entendido es porque sabes chino o eres chino, y si no lo has entendido es porque está escrito en chino y tú no sabes chino.

(1) En español en el original, que en chino se traduce por «capón en la cabeza».
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Con este relato participo en la 2ª jornada de la "Primavera de microrrelatos indignados".
Si quieres leer micros de otros autores también indignados puedes visitar estos blog:
La colina naranja y Explorando Lilliput