domingo, 25 de marzo de 2012

Olivogrifo


Del latín olívum gryphus. Árbol de la familia de las Oleáceas. Oriundo de los Montes de Toledo. Descripción idéntica al olivo común salvo por dos aspectos: el grifo y las aceitunas. En mitad del tronco, como a un metro de altura, disponen de una protuberancia corchea en forma de cañería por la que se extrae el aceite ya refinado. Las aceitunas, si se comen, son amargas y producen lunares verdes.

lunes, 12 de marzo de 2012

La Verdad

(Papyrus-Bodmer-XV)

En un cónclave insólito celebrado en el Vaticano, el Colegio Cardenalicio ha decidido desclasificar los documentos —que con celo viene custodiando en el Archivo Secreto desde hace dos mil años—: todos menos uno.

jueves, 1 de marzo de 2012

Así nos va


La concentración estaba resultando un éxito. Neptuno tenía que sujetar los caballos ante la avalancha de personas que se habían concentrado detrás de la pancarta contra la reforma laboral. En la Moncloa, los gobernantes contemplaban las imágenes amarrados a sus corbatas. En la Conferencia Episcopal, los obispos, temerosos, pasaban cuentas de sus rosarios y se anclaban con manos prietas a sus crucifijos de plata. En la calle, los líderes sindicales no cabían en sus desempolvadas chaquetas de pana y jerseys de lana: les invadía un cierto sentimiento de orgullo de ver miles de banderas nacionales, por fin podían lucir la enseña española sin prejuicios.
Se inició la marcha, lenta, bulliciosa, con ira contenida. A la altura de Cibeles, la cabecera sindical giró a la izquierda, camino de la Puerta del Sol, los leones rugieron dignidad. Pero algo no funcionó, la masa de personas, ahora tras una pancarta en defensa de El Niño, continuó recta hacia la Plaza de Colón. Cibeles contuvo a los leones. La estatua del Almirante recogió el brazo y se lo puso como visera, asombrado de la procesión que se le acercaba y él sin confesar. En Moncloa se despojaron, aliviados, de sus trajes regalados e iniciaron un peregrinaje a los campos de golf; los obispos cambiaron las plegarias por acciones de gracia y empezaron a travestirse para asistir a la espontánea explosión de fe que se dirigía a la nueva Tierra Santa.
La cabecera de la manifestación superó los Jardines del Descubrimiento, no paró, continúo Castellana arriba. Colón extendió su brazo y les indicó a los cardenales —que habían llegado en automóviles negros— por donde se había ido la cristiandad y, aquellos, para disimular sus creencias infundadas, decidieron visitar el Museo de Cera, por ver el reciente cambio.
La masa, cada vez más enfurecida, llegó al Santiago Bernabeu, entró en el estadio —exhibiendo sus correspondientes entradas, porque pobres pero honrados—. A vista de pájaro se asemejaba un gran sumidero tragándose una marea de hormigas trabajadoras. Una vez dentro, el pueblo indignado reprochó al entrenador nacional la ausencia de Fernando Torres, el Niño.
Una hora después, cuando empezó el partido, los palcos de honor se llenaron de políticos —salvo los nacionalistas—, obispos —excepto los no creyentes— y de líderes empresariales —verdaderos artífices de la ausencia de Torres—. Los jefes sindicales también llegaron, tarde, pero llegaron.
Por una vez las estimaciones fueron precisas: 80.354 manifestantes.
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Con este relato participo en la 1 ª jornada de la "Primavera de microrrelatos indignados".
Si quieres leer micros de otros autores también indignados puedes visitar estos blog:
La colina naranja y Explorando Lilliput