viernes, 4 de diciembre de 2009

El más hermoso himno nacional

El más hermoso himno nacional del mundo es el silencio... ese que no enaltece a nadie frente a nadie, ese en el que no suenan los sables, ese que no nombra a ninguna otra madre -pues madre solo tenemos una-, ese que no habla de territorios, ni de lenguas, ni de creencias, ni de razas... Ese silencio que no trae muerte tras un ¡viva!... Ese silencio que no promete Dios, ni libertad, ni enaltece las diferencias... El más hermoso himno del mundo es el silencio... y si no, la risa de un niño, cualquiera que sea su nación.

domingo, 22 de marzo de 2009

Relato 01.- La promoción

La promoción, por Ximens

La promoción era un grupo de ocho matrimonios que se reunían un sábado al mes para reflexionar sobre diversos temas de la sociedad, la familia, el trabajo y los hijos, siempre bajo unos criterios cristianos y dirigidos espiritualmente por el Padre Ricardo. Los maridos eran compañeros de la misma promoción del Colegio de los Jesuitas.
Una vez al año los varones se desplazaban un fin de semana para realizar ejercicios espirituales. No se habían planteado la posibilidad de asistir con las mujeres, pues debían quedarse al cuidado de los niños.
Juan y Mariajo eran uno de esos matrimonios, de 40 y 38 años, con una única hija de 8 años. El era ingeniero y trabajaba para una empresa multinacional de óptica, habiendo alcanzado una dirección de producto. Ella le conoció en una de las fiestas que se organizaban en los colegios mayores, cuando estaba terminando sus estudios de derecho, y trabajó unos años en un despacho de abogados, pero a la llegada de la niña, lo dejó para dedicarse a la recién nacida. Hace cuatro años, a través de un amigo de la ‘promo’, había vuelto a trabajar en horario de sólo mañana, lo cual le permitía hacerse cargo de la pequeña.
Con el inicio de la preparación para la Primera Comunión, Mariajo pensó que para estar esperando a la niña a la puerta de la Parroquia, podría hacerse catequista, y así, y no sin la sutil gestión del Padre Ricardo, se hizo con una de las plazas.
El matrimonio tenía sus planes de progreso, vacaciones y familiares habituales, con el aliciente de las reuniones periódicas con los amigos y las salidas a cenar, cine y teatro. Para estas escapadas recurrían a la típica ‘canguro’ que se hacia cargo de la pequeña, y fue a raíz de la entrada de Sonia cuando Mariajo empezó a notar o tener la sensación de que algo estaba cambiando en su marido. La joven era la hija de unos conocidos del Padre Ricardo, estudiaba Informática, y tenía la belleza de la juventud.
Mariajo y Sonia hicieron buenas migas desde aquel fin de semana que Juan estuvo de ejercicios con el Padre Ricardo. Coincidió con una carga de trabajo en la oficina, de modo que dejaron a Sonia al cuidado de la niña. Al volver a casa, ya era tarde para que la joven regresara en autobús, y se quedó a dormir en la habitación de los invitados, no sin antes pasar ambas un divertido rato en Internet, entrando en ‘chat’ y haciéndose pasar por lo que no eran.
Tras aquel fin de semana las cosas no fueron como antes. Aquello fue un punto de inflexión en el matrimonio. En las sucesivas reuniones mensuales, al volver a casa, Juan tenía que llevar a Sonia al colegio mayor donde vivía, en Madrid, lo cual suponía en ocasiones que retornara a dormir una o dos horas más tarde.
A medida que pasaron los meses, Mariajo sentía que Juan no era el mismo. Se había vuelto más gruñón, se cogía cabreos por cosas sin importancia, las conversaciones ya no fluían en el matrimonio como antes. Apenas escuchaba cuando le contaba las anécdotas de la catequesis o de la agencia de publicidad.
Como empezara a sospechar de algún lío de faldas, el retorno a Madrid con Sonia los sábados de reunión fue cubierto hábilmente haciendo que ‘aprovechara’ para acercar al Padre Ricardo a su casa. Pero aquello no funcionó, pues desde entonces ya no era una hora lo que tardaba, dándose el caso de volver al amanecer del domingo y con alguna copa de más. Juan se justificaba diciendo que se había quedado hablando con Ricardo.
La ruptura se produjo cuando se decidió a cambiar de ‘canguro’, por otra joven que vivía en la misma urbanización, pues sobre Sonia caían todas las sospechas. Tuvieron tales desavenencias, que ni la propuesta del Padre Ricardo de tratarlo en una de las reuniones de la ‘promo’, ni todos los intentos de ella por salvar el matrimonio, evitaron la separación.
Cuando la informaron que por estar separada no se le permitía seguir como catequista, no se lo podía creer. Nunca se había planteado que la Iglesia fuera intransigente, pues su fe era fuerte y creía que, aún separada y sin poder ya asistir a las reuniones de la ‘promo’, su vivir era cristiano y sus creencias no habían cambiado.
Llamó por teléfono al Padre Ricardo para ver si podía mediar en el obispado, pues desde la marcha de Juan, su hija y los niños habían sido su eucaristía.
— ¿Quién era?, preguntó Juan saliendo de la ducha.

Madrid, 02 de Abril 2008

jueves, 15 de enero de 2009

Saludo de Bienvenida

Este es el blog de Javier Jiménez, aspirante a escritor, que firma a veces como Ximens, y que está enamorado de Saly.