martes, 22 de enero de 2013

La poda




La poda
            Tumbado en la camilla del podólogo.
            —Han sido muchos años subiendo y bajando ladrillos, no es de extrañar que las uñas, como la vida, me hayan lacerado el cuerpo. Claro que ahora ya tengo tiempo para cuidarme. He cumplido los 55 años. Me han echado de la empresa para que pueda «desarrollar la última etapa de mi carrera profesional en nuevas oportunidades de negocios», me dijo el jefe. El psicólogo me ha animado a realizar «todo aquello que deseé y no tuve tiempo para hacer». Me alegro de que hayan retrasado la edad de jubilación, así podré estudiar arquitectura, encontrar trabajo, ganar dinero, construirme una casa con cuatro viviendas, la planta baja para mi mujer y para mí (pensando ya en la vejez), el resto para cada uno de mis hijos. ¿Sabe?, ahora vivimos todos, con los yernos, nueras y nietos en el piso que heredamos de mis suegros...
            —Por favor, ponga los pies sobre la tierra..., perdón, quiero decir en el suelo —dijo el anciano doctor en prácticas.

* * *

Con este relato participé en Desahuciados-Relatos de la Crisis, una iniciativa de Talleres Paréntesis en colaboración con Ediciones Traspiés.


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viernes, 18 de enero de 2013

La zona de confort


            Desperté sobresaltado al sentir unos dedos que acariciaban mi pecho. Me asusté, no eran los de mi mujer, pero sus caricias me levantaron otros recuerdos e hicimos el amor, ella con pasión y yo con remordimiento. En la cocina me dieron los buenos días y me besaron dos jovencitos que me llamaban papá, mas no eran mis hijos. Los miré con miedo. En la oficina fui recibido con sonrisas y el jefe me felicitó por los resultados en las ventas. Temí lo peor. Trabajé toda la jornada en asuntos que me gustaron. A la hora de salida me puse el abrigo y nadie me preguntó si tenía frío. Llegué temeroso a casa, sin embargo, la mujer me recibió con abrazos y besos; los chicos dejaron de jugar con la consola; todos juntos hicimos la cena y nos sentamos a ver y comentar una película que no disfruté.
            Fue al quedarme dormido cuando volví a sentirme tranquilo al saber que había sido una pesadilla: mi mujer me regañaba por la falta de espíritu, por no buscar un trabajo en el que ganara más, por intentar darle un beso; mis hijos se recluían en sus habitaciones, me evitaban y despreciaban mis conversaciones.
* * *  
Con este microrrelato participé en la propuesta del mes de enero del blog Esta noche te cuento.

El tema era «Cuando despertó...»

La ilustración de mes era: 


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lunes, 7 de enero de 2013

Vacagua



             Animal mitológico marino con aspecto totalmente vacuno salvo por el color dorado del cuerpo y la cola, que la tiene muy desarrollada, en forma de periscopio finalizado con un ojo de buey a modo de lente y dos orificios nasales por los que respira. Según la mitología de los pueblos de Asia Menor se trata de la diosa Vaal. Era una de las esposas del dios Baal. Su pasión zoofílica por los toros enojó al cornudo del marido que la convirtió en becerra de oro. Con la propagación del judaísmo, en una de las destrucciones de los ídolos paganos —documentada en las antiguas escrituras (Reyes, 17,2) —, Baalin, joven guerrero hijo de ambos, salvó a su madre arrojándola al mar. Mantuvo el aspecto de vaca dorada y empezó a llamársele Vacagua. Habitó en las praderas submarinas, su amor a los animales se transformó en maternal y se dedicó a amamantar los defines huérfanos. La expulsión de su gas metano originaba hermosas medusas. Cerca de Creta tuvo encuentros vacunos con el Minotauro, engendrando las doradas, apreciadas por los pescadores. Poseidón, harto de que sus caballos se desbocaran cada vez que se cruzaban con ella, la pinchó con el tridente y herida de muerte emergió al otro lado del Mediterráneo, en un espacio de tierra que quedó cubierta por su piel. Los campos de trigo, hasta entonces de color fucsia, adquirieron el aspecto dorado con el que los conocemos hoy día. Cuando la cristianización, Vacagua fue tomada como patrona de los lecheros, de ahí la costumbre de bautizar el litro de leche con una jícara de agua antes de su venta.