(Fotografía de Vivian Maier)
Todas las tardes baja a la estación
convencida de que volverá arrepentido. Pero ella lo hará sufrir, pagará por
estos años sin una carta en la que pida perdón o dé razones. Todas las tardes,
desde Oropesa a la estación, con alas de esperanza cuesta abajo, para regresar cuesta
arriba con el peso de la frustración. Cuando llega el tren procedente de Madrid,
envuelto en vapor y chirridos de llanto, pasa las manos por los pliegues de su
falda, se estira la chaqueta, alza la barbilla, el corazón se le acelera, y ella
se bate entre la ilusión y el temor. Los vecinos del pueblo, acostumbrados a su
uniforme de viuda, la ven como si fuera el jefe de una estación de luto.
Durante un tiempo trató de disimular, que si entretenimiento, ver gente
diferente, observar las parejas tras los cristales. Pero ya no finge. Ella está
esperando a su prometido, aquel joven que le juró amor y felicidad, y que un
día desapareció sin decir adiós.
Mas ese joven no volverá porque
nunca se fue, sus restos descansan no muy lejos de allí, en una fosa cerca del
cambio de agujas.
Algunos, en el pueblo, lo saben,
pero callan.
* * *
Con este microrrelato he participado en la convocatoria del concurso Esta Noche Te Cuento, en el que se proponía crear una historia inspirada en la fotografía realizada por Vivian Maier.