(Der Früchtekranz, Peter Paul Rubens)
Hay en el cielo una isla de nube a
la que llegan todas las ondas radiofónicas que no son escuchadas por nadie.
Como las olas del mar que traen la arena, las ondas van dejando las
conversaciones, la música e incluso las interferencias en su litoral de agua.
Casi todas las tardes bajan a la playa de gotas unos angelitos a jugar con las
palabras, las notas musicales y los ruidos. Los querubines construyen castillos
de letras, con enes como almenas, oes de troneras, aes de puertas y eles de
puentes levadizos. También escarban pequeños hoyos en la niebla, se cubren con
oraciones y al levantarse dejan huecos por los que se filtra la luz divina que
llega a los hombres. A los serafines les gusta recolectar notas para componer y
cantar las alabanzas, recogen semifusas que se colocan como peines entre los
rizos, se acercan claves de sol al oído y escuchan el sonido de los humanos.
Algunos tronos que iban para diablillos cogen los ruidos y los hacen chocar
entre sí, suenan como truenos en días despejados y los hombres alzan la vista
hacia el cielo.
Solo cuando llegan llamadas de
socorro les avergüenza bajar a jugar.
* * *
Con este microrrelato participo en el concurso Esta noche te cuento que con motivo del Dia Mundial de la Radio había que inspirarse en la radio.
AQUÍ podéis leer el relato en la página de los organizadores.