domingo, 20 de noviembre de 2011

Me recordaréis siempre


Los chicos, vuestros hijos, me llaman Email Cuatrodedos, ¡canallas!
Lo que voy a contar no se os va a olvidar. Ahí, delante de las pantallas pasáis las horas leyendo cuentos de vuestros amigos, a casi todos les comentaréis que os ha gustado y probablemente no lo volváis a recordar nunca más. Lógico, no se puede memorizar todo lo leído. Pero de mi relato os vais a acordar con frecuencia, lo juro. Leedlo:
«Soy cartero, mejor dicho, lo era. Muchos años paseé por el barrio con el carro a modo de bolsa marsupial. Era tal la simbiosis con él y con el uniforme que los domingos a la gente le resultaba conocido pero no sabían de qué.
En la calle Depósito número 13 hay un viejo caserón en el que no vive nadie, al menos eso creía yo, pues nunca había recibido cartas hasta aquella mañana. En la cancela herrumbrosa que impide el acceso al silvestre jardín hay tres timbres de la casa que se intuye al fondo. El sobre tenía el color amarillento que se torna con los años. Venía a nombre de la Señorita España. El trazo de la escritura, aunque rudo, era muy mono. El matasellos, ilegible. La estampa representaba una isla como las de la India Oriental. Se había borrado el remite. Sin duda se trataba de una carta de amor, lo sabía por experiencia y por el ligero olor a madreselva que aún conservaba.
Al no poner piso pulsé el primer timbre. No esperaba oír más que algún chirrido que desbloqueara la puerta pues el llamador no tenía altavoz. Pero no, me contestó el grito cavernoso de una mujer aterrorizada. Me sobresalté. No comprendía por dónde había llegado el sonido. Miré a la casa y no se distinguía ninguna actividad. Pulsé el segundo timbre y noté en mi dedo un aliento helado y silencioso. Nadie respondió, ni la cancela gimió. No me estaba gustando nada las sensaciones que empezaban a oprimirme el pecho. Sin pensarlo mucho apreté el tercer botón y un chorro de sangre caliente manó de él y me salpicó el rostro.»
Cada vez que vayáis a la casa de algún amigo, cuando extendáis el dedo para llamar al timbre, os acordaréis de este relato, de Poe y de mí. Dejad un poco el ordenador y educad a vuestros hijos, ¡desgraciados!

domingo, 13 de noviembre de 2011

No tienes motivos para dudar


(Fotografía de Frank Fournier)

No sabes por qué cada vez que ves esta foto te lleva a su Dios. Consultas la Biblia:
«El Señor respondió: "Si encuentro en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a toda la ciudad en consideración a ellos"»..., luego lees que Abraham regatea a la baja con el Señor para finalmente este afirmar: «No la destruiré en consideración a esos diez» (Génesis: 18,26-32). En otro pasaje te narran que Jesús dijo: «Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré» (Juan: 14,14).
Piensas que en tiempos bíblicos Jerusalén contaría con 30 mil habitantes, no sabes cuántos tendría Sodoma, te da lo mismo. No tienes motivos para dudar de que entre ellos no hubiera diez justos, y bien es verdad que las mismas fuentes dicen que el Señor sacó de la ciudad a cuatro personas: Lot, su mujer y sus dos hijas.
Recuerdas que el 13 de noviembre de 1985 el volcán Nevado Ruiz eructó fuego y azufre (parecido a la lluvia que envió su Dios sobre Sodoma) y los lodos sepultaron el pueblo de Armedo, Colombia. Murieron 20 mil de sus 30 mil habitantes. No tienes motivos para dudar de que entre los supervivientes hubiera más de diez hombres justos y quizás por eso no fallecieron todos. Durante tres días viste a la niña de trece años Omayra Sánchez atrapada en ese pozo. Su fotografía apareció en todos los periódicos del mundo. Los diarios de todas las televisiones retransmitieron en directo su agonía.
Pudiste oír a Omayra decir: «Mamá, si me escuchas, yo creo que sí, reza para que yo pueda caminar y esta gente me ayude... ». No sabes si su madre la escuchó o no, quisieras creer que no.
Averiguas que, según el Banco Mundial, en 1985 la población de la Tierra era de 4.844.674.200 personas. Desconoces el share de la fecha. Supones el 1%. Esto quiere decir que casi cincuenta millones de personas tuvieron noticias de la situación de Omayra. Te preguntas: ¿Es posible que entre estos no hubiera ninguno que se lo pidiera en su nombre? Te cuesta creerlo, pero es posible, pues aunque sabes que rezar se rezó, y mucho, Omayra murió tres días después, el 16 de noviembre de 1985, siendo el representante de su Dios en la Tierra el beato Juan Pablo II. No tienes motivos para dudar de que también el Papa rezara por la vida de Omayra, pero... ¿en nombre de quién?
No tienes motivos para dudar.

martes, 1 de noviembre de 2011

Bueno y obediente


Madrugada.
—¡Ay! ¡Me mueero! ¡Llama a la María!
—¡No son horas de llamar a nadie!... Muérete por la mañana —dijo su anciana mujer.
Amanece.
—¿Sí, dígame!
—María..., hija..., tu pa...dre...