Cuando desperté me sorprendió encontrarme al final de una larga fila de personas con el rostro amarillento, como barnizado, que hacían cola delante de una mesa entre nubes. La mayoría vestía sábanas blancas a modo de túnicas, otros llevaban puestos trajes y vestidos de boda, casi todos descosidos por la espalda. Me miré y reconocí mi alcanforado traje de novio. Estaba claro, no había hecho caso al médico: abusé de los chuletones de Ávila y las cervecitas Mahou.
—¿Javier?, bienvenido, escritorcillo —me dijo con sorna un ser con cara angelical cuando me tocó el turno—. ¡Anda que ya te vale!, pasa y sitúate en la zona de los ateos, ¡cabezón! —me ordenó.
Entré en un lugar inmaculadamente blanco, una pradera de nubes en flor, como si todos los cerezos, almendros y jaras hubieran desprendido allí sus pétalos. Otro ángel me entregó unas láminas de arcilla y un cincel, luego me dijo que escribiera un millón de veces la frase «¡Anda, estaba equivocado, Dios sí que existe!», e insistió en que no adjetivara.
Tomé las herramientas de escriba y me aparté al lado derecho de la pradera, cerca del lugar donde pastaban unos camellos. Mira que le había dado vueltas durante años hasta que llegué a la conclusión de que todo esto era una patraña de los curas, que se lo habían inventado para amedrentarnos, para que soportáramos todas las injusticias, para tenernos sumisos ante los poderosos con la promesa de conseguir una parcelita aquí junto a Dios.
Desconozco el tiempo transcurrido hasta que finalicé la tarea. La pila de barro me recordó la montaña de libros que había formado en las librerías mi best seller La maldición de la nariz de La Esfinge de Gizeh. Entregué el manuscrito arcilloso al ángel y aproveché para preguntarle por qué hacían tantos aspavientos los señores con levitas y las señoras con orondos sombreros que se divisaban en la lejanía.
—Ahí les tienes, están troceando camellos —me respondió, y luego señaló un par de narices huérfanas que había entre los pétalos—, quieren hacerlos pasar por el ojo de la aguja.
—O sea, que además de existir Dios, se hizo hombre de palabra —afirmé asombrado.
—Tan cierto como que te debiste conformar con escribir libros de relatos de los Montes de Toledo, pero no, quisiste ser rico y famoso... ¡Anda, ve con ellos: escritor de narices amputadas!
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Relato con el que he participado en la Convocatoria de Relatos "Con un par de narices", organizado por La Esfera Cultural. Formará parte de la edición de un libro, junto con otros 45 relatos más. Si queréis leer el relato ganador, los finalistas y el resto, pinchad aquí.
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La maldición de la nariz de La Esfinge de Gizeh, best seller que no encontrarás en librerías.
Ya te leí por allí y me gustó, me gusto mucho.
ResponderEliminar¡Felicidades por tus buenas letras!
Besicos
Ahora me pasaré a leerlo que no me ha dado tiempo.
ResponderEliminarMucha suerte.
¿sigues queriendo leer la historia del Capitán Nemo?
Allá vamos, Don Javier.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este relato te lo había leído, Ximens, lo que no sabía era lo de la maldición de la esfinge, ¡es muy bueno! Merecés ganar, lo digo yo.
ResponderEliminarMereces premios porque eres genial, además veo que tienes una fotogenia espectacular.
ResponderEliminarBesos y suerte o "mucha mierda".
Lo leí, lo escuché, me gustó, creo que lo haces genial, lo guardé, lo leí a mi familia, ....pero ...sigues estando detrás mío. Eres el número 30 y yo el 29, ji,ji,ji.
ResponderEliminarUn abrazote.
¡Qué grande eres, Ximens!
ResponderEliminar¿Te dije alguna vez que me encanta tu fina ironía? ;-)
Un abrazo.
Yo ya me he comprado el libro. Ahora voy por donde el ladrón roba del museo de El Cairo un objeto misterioso que le llevará a descubrir la ubicación exacta de un jeroglífico... no puedo dejar de leer. Venderás muchos ejemplares. Un abrazo.
ResponderEliminarDe allí vengo. Como te digo, ya estuve, perp creo que no pude comentar. Ahora sí. Por cierto, buen título para un libro de narices.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy sutil e irónico.
ResponderEliminarEnhorabuena
Ximens, ya te lo dije el Viernes, eres un genio trabajando la ironía, enhorabuena por el relato.
ResponderEliminarAbrazos,
Fina ironía y humor del bueno. Con una carga de profundidad b ajo el nivel del agua. Made in Ximens.
ResponderEliminar¡Ah! menos mal que avisas, ya estaba buscando por ahí el libro ese de La maldición de la nariz de La Esfinge de Gizeh, ya decía yo que no podía ser esto.
ResponderEliminarEspero que ganes, con un par de narices o lo que sea.
Besos
Ximens, he leído tu relato y vuelvo aquí para decirte que es genial. Lleno de una ironía y huñor que levantan la sonrisa, con un final inesperado...¡ O sea que al final... los curas tenían razón y Dios existe...!
ResponderEliminarUn abrazo y que las musas no te abandonen nunca.
:) Vaya con los ricos, ni en el cielo no pueden dejar de hacer malezas, mira que ir por ahí troceando camellos... mejor podrían tratar de hacer agujas gigantes ¿no?
ResponderEliminarMuy buen relato Ximens, sin duda merecida esa publicación en el libro colectivo de La Esfera Cultural.
Un saludo.
Juraría que ya había comentado esta entrada, cosas de Internet será.
ResponderEliminarMe ha recordado las veces que me llevaba palmetazos en el colegio cuando no quería hacer las copias. Siempre argumenté, que por escribirlo 100 veces, no iba a estar de acuerdo con lo que ponía. Entiendo ahora que no era esa la intención. En fin, cosas de la infancia.
Creo que Javier debería haber seguido insistiendo en su negación. Si a uno le castigan por estar equivocado ( ¿en serio está equivocado?) no merece la pena tener la razón. Como siempre, tus letras hacen reflexionar a esta cabecita tupida de palabras inconexas, llenas de simbolismo y cargadas de mapas equivocados. Eso sí, haz caso al tal ángel , no dejes de escribir en Montes de Toledo, eso sí que es un paraíso para quedarse.
Enhorabuena por la publicación, lo mereces.
Un abrazo.
Por lo que veo has recuperado tu fe en La Esfera, me parece bien.
ResponderEliminarY, lo confieso, mi voto fue para tu relato, por pagano e irónico.
Un beso
Muy bueno.
ResponderEliminarBien está que exista la gloria, pero que los ricos se dediquen a trocear camellos cerca de ella... Está claro que son unos impresentables estén donde estén y son capaces de cualquier cosa con tal de imponer sus deseos.
Y con el bestseller, jajaja.
Muy bueno el sueño-relato o relato-sueño.
Abrazos.
Muy bueno, me he reido mucho, porque precisamente hoy discutia con mi familia sobre la existencia de Dios.
ResponderEliminar¡Cómo que Dios no existe! Sí Dios soy yo. ja,jaja
ResponderEliminarIncreible Ximens. Fina ironía con una prosa muy bien hilada.
Enhorabuena por esa creatividad y cosntancia.
Un abrazo
Miguel
Muy interesante relato. De modo que al final resulta que Dios existe. Pues que Dios nos coja confesados alos incrédulos!
ResponderEliminarUn abrazo.
Si me lo juras tú me creo que dios existe, aunque sea con muchas dudas...
ResponderEliminar¡Mis sinceras felicitaciones Javier!
ResponderEliminarNeli
Me ha gustado mucho, Ximens. Me he reído. Me ha parecido muy fresco en todos sus sentidos. Qué bueno haberlo leído.
ResponderEliminar!Gau! es bueno, mejor dicho, genial...
ResponderEliminarDesde lo mas tierno de nuestra infancia intentan inculcarnos que Dios existe y tu sin enterarte...Ahora resulta de que el cabezón eres tu, jajajaj
Esta visita a Los Montes de Toledo se me está haciendo muy amena.