La
tripa se me ha hinchado, al principio lo achaqué a las cervecitas que me tomaba
en las largas jornadas sin trabajar. Se acabó el dinero, ya no bebo, pero la
barriga se sigue inflando. Debe de ser contagioso pues a mis hijos les ocurre
lo mismo. María, sin embargo, ha perdido muchos kilos, durante unos meses ha
vuelto a estar joven, pero no se ha mantenido, ya apenas tiene pechos y se le
notan las costillas.
Vuelven
los tiempos de mesas camillas, braseros, cabrillas en las piernas, sabañones en
las orejas, bufandas en casa, luces de diez vatios y Ustedes son formidables. Vuelven las raciones de pan con dedo, las sopas
de gallina, el cuartillo de leche y el mañana
se lo paga mi madre. Vuelven los dones, don
Tal y don Cual, la misa del
domingo, la confesión de nuestros pecados y el deme algo por caridad.
Después
de unos meses de espera nos han dado hora para el médico de la Beneficencia. Lo
que son las cosas, ni nos ha reconocido, ni diga
treinta y tres, ni tosa, ni nada
de nada. Nos ha entregado una estampita a cada uno —a mí de Escrivá de
Balaguer, a María de la Virgen del Rocío, los niños miran con ansia una del
Cordero Pascual—, y que les recemos tres veces al día, cada ocho horas, y que
si no notamos mejoría nos acerquemos a Cáritas, que allí quizás puedan hacer
algo por nosotros y que pase el siguiente.
* * *
Esta es mi aportación a la convocatoria “Primavera de microrrelatos indignados 2014”. Si quieres leer más indignados, visita el blog del organizador La colina naranja, pincha AQUÍ