La poda
Tumbado
en la camilla del podólogo.
—Han
sido muchos años subiendo y bajando ladrillos, no es de extrañar que las uñas,
como la vida, me hayan lacerado el cuerpo. Claro que ahora ya tengo tiempo para
cuidarme. He cumplido los 55 años. Me han echado de la empresa para que pueda «desarrollar
la última etapa de mi carrera profesional en nuevas oportunidades de negocios»,
me dijo el jefe. El psicólogo me ha animado a realizar «todo aquello que deseé
y no tuve tiempo para hacer». Me alegro de que hayan retrasado la edad de
jubilación, así podré estudiar arquitectura, encontrar trabajo, ganar dinero,
construirme una casa con cuatro viviendas, la planta baja para mi mujer y para
mí (pensando ya en la vejez), el resto para cada uno de mis hijos. ¿Sabe?, ahora
vivimos todos, con los yernos, nueras y nietos en el piso que heredamos de mis
suegros...
—Por
favor, ponga los pies sobre la tierra..., perdón, quiero decir en el suelo
—dijo el anciano doctor en prácticas.
* * *
Con este relato
participé en Desahuciados-Relatos de la Crisis, una iniciativa de Talleres Paréntesis
en colaboración con Ediciones Traspiés.
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relato y los comentarios recibidos en el blog de los organizadores.