jueves, 8 de septiembre de 2011
Don Florentino (14-03-1916 ; 08-09-1999)
Sus zapatos negros, gruesos para evitar la entrada del agua, rara vez vieron el lustre, salvo recién comprados, o cuando asistió a alguna boda o entierro de un amigo. Le permitían tener los pies en la Tierra, evitando navegar por las nubes y que el agua de la calzada le entrara a humedecer su vida. Eran arrastrados por dos arqueadas piernas, escondidas bajo sus viejos pantalones de pana negra, consumidos pero limpios, que sostenían su cuerpo rechoncho y fuerte. El torso era grande para poder abarcar la inmensidad de su corazón y estaba oculto por una camisa que en sus orígenes fue verde, pero que con el paso por la tabla de lavar había ido perdiendo su textura y ya era casi blanca. Su cuello, grueso y corto, salía de la camisa como un roble majestuoso, desgastando la tela hasta deshilarla. Su corbata, verde oscuro, no conoció nada más que un nudo, el que le hizo su amigo Blas para la boda. Su rostro era bondadoso, alegre, con algo de mentón y una boca con labios finos, encuadrada por dos hermosos paréntesis de su frecuente sonrisa. Por ella manaba la sabiduría con sonido claro y potente, y que con las dos filas de blancos dientes, tantas satisfacciones le dio en el buen comer. Los ojos pequeños y marrones, vivos y alegres, estaban separados por una nariz un poco ancha y terminada en una pequeña pelota, que si hubiera sido un poco mas grande hubiera justificado su buen humor y socarronería. Sus cejas abarcaban justo el arco de los ojos, y eran los últimos pelos que se podían encontrar hasta llegar a la nuca. Su cara rosada, con centelleantes puntos de plata, no mostraba muchas arrugas, pero en medio de su carrillo izquierdo tenía la marca redonda de cuando le quemaron el carbunco, a modo de medalla por sus cristianos sentimientos. Su pelo era blanco y se peinaba con una raya en medio, tan ancha que solo dejaba espacio para unas matillas encima de las orejas. Su gorra de pana, verde y con visera, además de evitarle coger frío, le retenía los sueños.
Con su paso vacilante se dirigía todas las mañanas a las ocho a encender la estufa, para que cuando llegaran los chiquillos, la escuela estuviera templada. En la percha dejaba su abrigo y la gorra, pero la bufanda negra le acompañaría toda la mañana, y la chaqueta de pana siempre. Tras calentarse las manos fuertes y firmes, subiría a su estrado, situado en medio de la sala, y de un cajón sacaría dos libros, uno de historia y otro de caligrafía.
Aquel día, en la pizarra de los mayores, situada en el ala izquierda de la sala, escribiría con letra gótica el origen de la reconquista española, dibujando un Don Pelayo en lo alto de una roca con una espada en una mano y una cruz en la otra. Tras ello, y haciendo un alto en la estufa, embellecería la pizarra de los pequeños, situada en el otro ala, con un hermoso conejo comiendo una zanahoria y unas letras grandes y redondas con la frase a copiar.
Sería su última clase.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Este relato lo escribí hace dos años. Corresponde a un ejercicio de taller sobre descripción de personajes. Se lo dedico a mi padre, maestro escuela, que hoy sería mi seguidor número uno. De él es la frase del subtitulo de este blog "Cosas que son verdad y no han pasado", en referencia a cuando de pequeños le preguntábamos que si eso que nos contaba era verdad. En el doce aniversario de su muerte. De él es la foto. Besos, papa. Que Jesús os cuente a mamá y a ti de que va esto de Internet.
ResponderEliminarMe has emocionado mucho, Javier. Un poco porque yo ya venía sensible, ayer le dediqué el programa a las abuelas que narran cuentos. También recordé a la mía, contando historias de aparecidos a la luz temblorosa de la lámpara de kerosene. Mi programa colapsó totalmente la red, eso me han dicho, por eso no pudo escucharse, al ser una radio barrial poseen un servicio limitado, me dio pena que no pudieran oir, fui con una narradora estupenda.
ResponderEliminarLeer tu texto me confirma aloo que le dije sin pensar a Pedro: cuando se lee se escribe, cuando se escribe se lee. Me ha pasado que la descripción de tu abuelo me llevó a mi abuela, diferente por cierto, el tuyo era maestro y la mía apenas alcanzó a aprender a leer pero tenía esa sabiduría exquisita.
Y cuando hacés referencia a su frase vuelvo a disfrutar nuestra conversación allá en el buen retiro cuando caminamos con Saly.
Abrazo desde Buenos Aires a tu papá que te está leyendo y, SIN DUDA, ES tu seguidor número uno.
Eso seguro, que sería tu seguidor número uno. Gracias, Ximens, por permitirme conocer un poco más a mi familia de Vallekas.
ResponderEliminar¡Qué bonito, Ximens!.
ResponderEliminarTu padre sería tu seguidor número uno (yo le cedería mi puesto, por supuesto) y, bien seguro, una fuente inagotable de historias que son verdad y no han pasado.
Me emocionaste...
Un abrazo.
Te has ganado el primer comentario mío en tu blog.
ResponderEliminarMe descubro ante ti en este homenaje al abuelo. Muchas gracias Javier :)
Suerte de él que supo cuandu fue su última clase. El problema está cuando terminas y todavía te esperan y esperas.
ResponderEliminarBlogsaludos
Se me hace difícil escribir con un nudo en la garganta.
ResponderEliminarNo se si podrá leer este post, Ximens, pero estoy seguro que lo leyó por encima de tu hombro mientras lo escribías y luego se fue, enchido de orgullo, a contárselo a los que hoy comparten universo con él.
Un abrazo, y que sepas que -supongo que ya lo habrás oído- te pareces mucho a tu papá.
Quise decir henchido. Los duendes me robaron la "h".
ResponderEliminarBeso grande.
te quiero papa!
ResponderEliminarQué bueno. Si fue un ejercicio de personaje, sin duda debieron darte el cum laude. Gracias por dejarme conocer a tu padre. Realmente lo he visto, y he visto su vida a través de sus ojos, y el paso del tiempo en sus ropas, y su buen hacer en el mundo de la enseñanza en ese aula, he visto cómo trataba a sus alumnos y he querido ser uno de ellos, he visto cómo te quería y cómo lo admirabas tú a él. Y como dice Pedro, me he sentido henchida. Y agradecida por poder leer algo tan bonito. Espero que Jesús les hable de esto de internet y puedan leerlo y seguir sintiéndose orgullosos de su hijo.
ResponderEliminarUn beso
Isa
Sin duda era una buena persona, Ximens, como tú.
ResponderEliminarUn abrazo
Inma
Confieso que me has robado unas cuantas lágrimas. Gracias por compartir con nosotros ese trocito de tí, de él... vuestro trocito.
ResponderEliminarMe ha encantado la sonrisa entre paréntesis, el nudo de la corbata y la admiración en cada una de tus palabras.
Siempre te leo y aunque raras veces comento, esta vez no he podido resistirme.
Gracias de nuevo por regalarnos cada una de esas "cosas que son verdad y no han pasado" (tras la explicación, la magia que encierra la frase es indescriptible).
Leerte es un placer, desde tus historias a los comentarios en los blogs.
El paisaje, espectacular.
Ximens, he leído descripciones de personajes en novelas como El Conde de Montecristo o Los Miserables que se quedan a la altura del betún comparada con la tuya. Sencillamente sublime. Ya te dije que mi padre también es maestro, jubilado. Pero es que mi abuelo también fue maestro. De los de antes, como tu padre. No recuerdo si fue en el 99, pero también murió en esas fechas, si no en el 99 en el 98. Yo estaba en tercero o cuarto de ingeniería. No recuerdo la fecha, pero recuerdo la llamada telefónica a las siete de la mañana de mis padres, la ducha en forma de lluvia sobre mí confundiéndose con mis lágrimas, el viaje pensativo, el abrazo a mi abuela...
ResponderEliminarEs bonito recordar así Ximens.
Un abrazo enorme
Nunca se van del todo, aunque siempre los echemos de menos. Comparto la emoción que transmite tu retrato.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso Ximens.
Hermoso relato, se nota la descripción hecha con todo el amor y la devoción que debías dedicarle.
ResponderEliminarUn placer pasar por aquí y un honor que leas mis cosas.
Me quedo para seguir aprendiendo de tus descripciones.
Un saludo
Hola amigo, precioso relato. Sólo los sentimientos, los del corazón, pueden generar estos textos.
ResponderEliminarNos hemos cruzado en otros caminos, pero hoy llego aquí, a tu casa, para quedarme y seguir aprendiendo, de todo y de todos.
Un abrazo.
http://xavierblanco.blogspot.com
Me emociona volver a leer sobre D. Florentino, recuerdo más cosas de él, de como dió clases en mi escuela rural y vuelvo a preguntarme qué era el carbunco, aunque ya me lo explicaste una vez.
ResponderEliminar"Su gorra de pana, verde y con visera, además de evitarle coger frío, le retenía los sueños" que bueno poder retener los sueños.
Supongo que de tal árbolazo, tal árbol, porque seguro que corre mucha de la misma "sabia" y "sabiduría" por ti.
Abrazos emotivos.
Es como tenerle enfrente. Gracias, a ti por esta imagen tan viva de tan gran persona; a él, por dejarnos en ti un regalo tan grande. Nunca dejes de escribir. Y sí, sin duda sería el número uno.
ResponderEliminarJo. No te puedo comentar nada, no me sale. Demuestras un gran oficio siendo capaz de escribir algo así. Yo tan directamente creo que no podría.
ResponderEliminarUn abrazo grande. Voy a beber un vaso de agua, que me duele la garganta. Bandarra.
La verdad es que este relato me emocionó cuando lo publicaste en la Terraza, y ahora me ha vuelto a emocionar.
ResponderEliminarSi nuestros padres son en buena parte "culpables" de lo que sus hijos terminamos siendo como personas, a don Florentino sólo cabe decirle una cosa: gracias.
Desde Córdoba, anónimo pero emocionado.
Felicidades Ximens, por tí que de una pérdida ganas tanto...
ResponderEliminarLas figuras que utilizas en el texto no solo denotan el conocimiento de tu padre sino de ti mismo... gracias por tu cachito que haces nuestro.. lo que se comentó de "al leer se escribe" me recuerda una lectura reciente, ya la propongo en la terraza...
un saludo. hasta luego.
Que buen ejercicio,Ximens, tanto de literatura como de amor por un padre.
ResponderEliminarGracias por compartir una cosa tan intima,como es el cariño hacia su progenitor.
Miguel
Un homenaje precioso, seguro que está muy satisfecho del perillán de hijo que se lo ha dedicado.
ResponderEliminarDon Florentino seguro que está muy orgulloso del pequeño Javier.
ResponderEliminarAbrazo.
Yo quiero que mis hijos me escriban algo parecido alguna vez. No pido más.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier