Tomada de Internet)
Se le había gripado el corazón. En su taller nos juntábamos
la chiquillería del barrio, porque nos reparaba las bicis, por los calendarios
de chicas con pechos Michelín y nalgas Pirelli. Al aproximarse Don Pedro, el
cura, los dábamos la vuelta y aparecían la Inmaculada y Franco. También íbamos
porque nos pagaba una peseta por abrillantar su Harley, y por los cuentos que
inventaba con el santo del día. Si estaba con la cabeza metida en el motor,
decía que a ese le cortaron la mollera por cabezón, por no querer dejar de ser
cristiano; si con el cuerpo bajo el coche, con la tripa fuera, contaba que al
pobre los leones le comieron las entrañas; si encima de una moto, afirmaba que
aquel santo se cayó del caballo. Don Pedro, sentado sobre unos neumáticos,
sonreía, se santiguaba por el ingenio del mecánico y le decía que hubiera sido
un buen predicador si las motos no se hubieran cruzado en su camino.
Me acerqué a su casa en Palomeras. Vitorino estaba abrazado
al carburador de su vieja Harley, que parecía un peluche de plata. Junto a él,
el anciano cura. Miré por detrás del calendario de Ángel Nieto. Sonreí.
* * *
Este microrrelato resultó
tercer finalista en el V Certamen de Microcuentos Blimunda – Vallecas Calle del
Libro.
Fantástico¡¡¡
ResponderEliminarSaludos,
TRamos
Bravo, maestro!! Un gran micro, me ha hecho sonreir.
ResponderEliminarFuerte abrazo y felicidades por tus letras.