(Ilustrado por Paloma Casado)
Tantos días pasó en la playa ladrando hacia África que
los payasos del circo, conmovidos, se lo llevaron en sus risas. Todo empezó
meses antes con un «¡Que te vayas, perro bobo!», que le gritó quien había sido
su amo desde que fuera cachorro. Luego le lanzó una piedra. Pero, al animal le
daban lo mismo tanto las pedradas como el palo que acababa de tomar. Lo siguió
durante toda la jornada, el joven hizo un gesto de desesperación y desistió de
ahuyentarle. Cruzaron sabanas, pantanos y desiertos, durmieron bajo el cielo
estrellado, compartieron la comida y llegaron a un bosque junto al
Mediterráneo. Una noche, seis meses después, lo ató a un árbol, «Te lo dije,
debiste quedarte en la aldea». Cuando a la mañana otros jóvenes lo desataron,
corrió hasta la orilla y comenzó a ladrar hacia el mar. Los días pasaron y su
amo no volvió, mas él no dejó de lanzar lamentos a las olas. Vagabundeando
llegó al puerto, encontró un hueco en la valla. Acurrucado entre las patas de
un caballo de cartón piedra cruzó el estrecho de Gibraltar. Cuando los
feriantes acamparon, el perro corrió a la playa y prosiguió aullando al mar.
El mar como frontera y separación, cuando podría ser todo lo contrario.
ResponderEliminarBesos besos
Muy original la forma de contar tanta tragedia. Muchos Besos.
ResponderEliminarHola Javier!!!!
ResponderEliminarLos lamentos se escuchan antes y después de realizar tan terrible aventura. Una nueva vida espera, pero no se sabe si será mejor.
Un gusto leerte de nuevo!!
Un abrazo!!! :)
Muy triste y emotivo. Estos peludos cuatro patas saben mucho de fidelidad.
ResponderEliminarAbrazo gordo te dejo.