(Sello turco mostrando al monarca y el interior del sextante, 1983)
En la ciudad persa de Samarcanda, en
1428, el sultán Ulugh Beg construyó un observatorio astronómico con
instrumentos para contemplar, medir, catalogar y atrapar cuerpos celestes. Lo
denominó Gurjani Zij (Grumo de
Luna). Todas las noches despejadas cuidaba de la huerta de estrellas y
si veía alguna madura la recolectaba para su amada, la princesa Ghada Shad,
mujer de una belleza que no se podía ocultar en la oscuridad. Colas de
estrellas fugaces para brillo de ojos, polvo de nebulosa como colorete, unos
cometas de plata para hermosear las orejas o unos anillos estelares como
brazaletes. Por su aniversario adornaba los jardines nocturnos con diversos
cúmulos cual lámparas voladoras orientales y le regalaba un collar de titilantes
estrellas o vestidos de seda boreal. Fue un extraordinario científico,
matemático y poeta, pero un mal gobernante —masacró a sus enemigos— y peor
padre —su propio hijo le mandó ejecutar—.
Esa misma noche parricida, la
Princesa, con lágrimas errantes, depositó el cuerpo de su amado en la alfombra
—que durante diez años estuvo tejiendo bajo las directrices del Sultán— y
ascendió en ella hasta perderse en el cielo.
Su rostro es el que resplandece en
el lado oscuro de la Luna.
(Interior del sextante. Por Marco Gosteli)
* * *
Con este microrrelato he participado en el concurso Esta noche te cuento que con motivo del Día Internacional de los vuelos tripulados al espacio debía inspirarse en los vuelos espaciales.
AQUÍ podéis leer el relato en la página de los organizadores.
Te ha salido un precioso relato uniendo fantasias orientales con futuros estelares. Muy bueno
ResponderEliminarLos tiranos también tienen su corazoncito. Bella prosa poética. Tropecé varias veces en la lectura sobre el "cual".
ResponderEliminarUn abrazo, Ximens
La primera vez que lo leí me gusto. En esta segunda relectura, también.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier
Un relato que me ha puesto a soñar.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Fantástico...! Felicitaciones.
ResponderEliminarBrillan las palabras y los sentimientos igual que las estrellas al leer este hermoso relato.
ResponderEliminarAbrazos
¡Uy, qué bonito, cuánta luz hay en el amor!
ResponderEliminarUn abrazo, estimado Ximens