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Oímos venir un zumbido de cientos de abejas. Justo cuando pasaban sobre nosotros, el abuelo lanzó la boina a lo alto y las atrapó. Allí, en el suelo, la gorra y las abejas. Me mandó a por un corcho. Con tiernas palabras las convenció para que entraran en la colmena. Luego se puso la boina en la cabeza, y le admiré aún más.
(Cuadro de Luis Serna Herreros)
Desde aquí ésta fiel seguidora, que es más pasiega que los sobaos, opina que la sabiduría que da la edad + el campo, es tan mágica como enternecedora.
ResponderEliminarUn abrazo.
El abuelo es mi punto débil. Disfruté solo de mis abuelos maternos porque los otros dos los tenía a doce mil kilometros. Eso sí, los quise con locura.
ResponderEliminarMe has rascado el corazón.
Un abrazo.
Admiración, sabiduría, abejas que saben escuchar (y a quién)... y magia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Al leer esto pienso que suerte poder admirar a ese abuelo.
ResponderEliminarBesos
Yo quiero aprender ese lenguaje, sino con abejas al menos con mi perrita Schnauzer, nunca me hace caso. La gorra ya la tengo!
ResponderEliminarTu abuelo las cogía al vuelo!! Estoy segura de que sacaste algo parecido de él. Ya casi no quedan abuelos con boina ¡qué pena!
ResponderEliminarMe uno a lo de Inma, ¡no quedan abuelos con boina! Mi abuelo italiano, el que no conocí, sí la tenía, lo sé por una antigua fotografía que tiene parecido con el hermoso cuadro que has colgado, Ximens. Ese abuelo tuyo, seguro, cazó a la abeja reina y por eso fueron todas a la colmena, yo he visto eso una vez, lo hizo un vecino apicultor, nunca lo olvidaré. Tu texto me hizo desenpolvar esos dos recuerdos hermosos.
ResponderEliminarBueno, yo tengo un amigo (sí, sí, de diecisiete años) que va siempre con boina... creo que cuando cumpla los sesenta y siete se va a pasar a las gorras de rappers jajaja
ResponderEliminarMe gustó el texto y la verdad que encierra.
Un beso
Mi abuelo recogía higos chumbos y me los pelaba pacientemente mientras echaba la piel en un cubo azul.
ResponderEliminarMe has recordado eso, no sé porqué.
Un saludo, precioso micro