En el
museo de Olimpia se muestra una jabalina del siglo IV que se encontró clavada en la arena del Panatenaico horas
antes de la inauguración de la
I Olimpiada Moderna. Debajo, un friso romano representa a un
atleta que lanza una jabalina, un templo ardiendo y la inscripción «Astylos de
Heraclea». Cuenta el filósofo Plutarco de Atenas (†432) que se trata del último niño que subió al olivo sagrado y con el cuchillo de oro cortó las ramas con las
que se glorificaba a los vencedores. Meses más
tarde, Astylos entrenaba en el gimnasio decidido a ser el ganador del
pentatlón. Con el cuerpo tenso, la jabalina en la mano y la mente concentrada
en un lugar lejano, inició la carrera, tomó velocidad y la lanzó con una fuerza
sobrehumana. No la vio caer, lo cegó el dolor que le produjo la espada del pretoriano del cristiano emperador. Recuperada
la consciencia todo era destrucción y holocausto. Se arrastró hasta el altar y
quiso ofrecer su muerte a Zeus que, conmovido,
le concedió la inmortalidad por haber lanzado la vara de fresno más allá del
falso nuevo dios. A la jabalina le ordenó errar por el firmamento como estrella
fugaz.
* * *
Con este microrrelato
participo en el concurso Esta noche te
cuento con motivo de las Olimpiadas.
Un micro precioso y muy oportuno este año.
ResponderEliminarUn micro histórico y con moraleja. No sé cómo consigues aglutinar tanto con tan pocas palabras Javier.
ResponderEliminarAbrazos
me emcantó
ResponderEliminarme encantó Javi
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