Algunas mañanas al levantarme no me reconozco. Empiezo a vestirme con la ropa de mi mujer sin darme cuenta hasta que llego al baño y descubro que no sé pintarme. Cuando se levanta ella pueden ocurrir dos cosas, que me diga «¡qué payaso!» o que se presente con mis pantalones puestos y el pecho al aire. En el primer caso, procedo rápidamente a ponerme mis ropas, ella las suyas, y pasamos un día normal. En la segunda posibilidad vivimos una jornada impostada.
En las oficinas apenas notan la diferencia, salvo porque ella no se ha afeitado y yo voy sin maquillaje.
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Esta es mi contribución al Vendaval 2012. Si queréis leer los micros presentados a este evento pinchad aquí.