Me he comprado unas
gafas que detectan el calor del cuerpo humano y permiten ver en la oscuridad.
Las llevaban unos soldados en una película moderna de esas que no entiendo. A
mí las que me gustan son las que veía contigo, dados de la mano, en la última
sesión de los sábados en el cine Coliseum, las mismas que luego volvieron a
televisar presentadas por Carmen Sevilla. Por eso he pedido a nuestro nieto que
me busque a buen precio una colección del cine español.
En estas largas
vigilias de insomnio y soledad me siento como encerrado en una filmoteca donde
reponen todos los recuerdos. A veces lloro, igual que con las torturas en «El
crimen de Cuenca», por un delito del que no soy responsable: sobrevivirte. Mas
ahora volveré a ver las películas en mi habitación, con la luz apagada, y me
reiré hasta perder la dentadura. Además, las noches que sienta tu calor a mi
lado me colocaré las gafas esas, te daré la mano y te veré como cuando
estábamos en la penumbra del cine, aunque sea todo en verde.
* * *
Con este microrrelato he participado en la propuesta del mes de octubre (...en aquella película de los 70) del concurso «Esta noche te cuento». Pinchad AQUÍ si queréis leer el relato y los comentarios recibidos en el blog de los organizadores.