Han matado a Gregorio, un macho
diferente que tenía en mi colmena. Desde su nacimiento mostró rasgos
morfológicos y modos de actuación distintos de los del resto de zánganos, por
eso le puse ese nombre. Menos gordo que los demás machos y tan poco peludo como
las obreras, sorprendentemente poseía un incipiente aguijón. En ocasiones se
alimentaba solo. Al contrarío que sus hermanos —que zanganean a la espera de fecundar
alguna reina virgen—, se le veía junto a las abejas nodrizas.
Gregorio era querido por las
hembras, sobre todo a partir del día que acompañó a Calamity Jane. Al regreso
trató de imitar sin éxito el baile en círculos y los movimientos abdominales de
la exploradora, provocando en las obreras la emisión de feromonas consideradas
de aceptación.
Sin embargo, el rechazo de los
machos era evidente, sobre todo de Hércules, un ejemplar más grande que el
resto, siempre involucrado en peleas, como echar a un zángano de una celda para
ocuparla él, o no permitiendo a Gregorio acompañarles a repartir néctar entre
las obreras.
Ha quedado grabado. Hércules ha
ahogado a Gregorio en la miel de una celda. Tengo la convicción de que algunos
continúan siendo avispas sin evolucionar.
***
Con este microrrelato
he participado en la propuesta del mes de agosto (con el tema «Insectos»
homenaje a La metamorfosis,
de Kafka) del concurso «Esta noche te cuento».